"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

domingo, 15 de abril de 2012

¿Semana Santa liberadora o semana sacralizada y alienante?



Un año más
hemos celebrado la Semana Santa, el centro de todo el año litúrgico, ya que en
ella se hace memoria, de modo específico, del misterio pascual, el misterio
central del cristianismo: la muerte y Resurrección de Cristo.

La Semana
Santa cristiana debería ser mucho más que una fiesta religiosa, ya que el
cristianismo no es simplemente una religión (de hecho, en él hay una crítica
muy dura contra la religión cuando se pone por encima de la vida,
cuando se
sacraliza), debería ser una verdadera “memoria subversiva integral” contra todo
lo que oprime al hombre, en especial, a los pobres, dado que esas fuerzas
opresoras ( en especial, autoridades religiosas y políticas injustas y
dominadoras de los pobres) fueron las
que mataron a Jesús y quedaron desautorizadas por el Padre cuando lo
resucitó.

En la
Semana Santa hay una fuerza de liberación muy grande cuando se vive desde
parámetros evangélicos y místicos, y no desde meros parámetros religiosos.


Recordamos en ella que la Vida está sobre la religión, que la religión
sacralizada mató a Jesús y es una fuerza de alienación que utiliza a Dios para
oprimir a los hombres.
Que esta religión se une a la política para justificar
la situación de dominación y alienar a
la gente, generando en ella miedo y culpa, que luego se pretenden “liberar”
provocando una catarsis emocional religiosa no terapéutica, en vez de tomando
conciencia de la injusticia y adquiriendo lucidez para combatirla de modo
ético. Hay en ocasiones una verdadera parodia del verdadero sentido del
cristianismo.


En muchas
ocasiones, pareciera que el cristianismo, que nació para combatir ese tipo de
mentalidad religiosa alienada, ha sido pervertido hasta el punto de convertirlo
en una fuente de alienación colectiva, como denunciara Marx, con mucha razón.

La semana
santa se ha sacralizado en muchas ocasiones,
convirtiéndose en una fiesta religiosa que se vive desde parámetros sacrificiales
como una gran catarsis colectiva contra un miedo y una culpa malsanas e
inoculadas socialmente, que las clases dominantes utilizan para lograr una
“válvula de escape” emocional que haga que los dominados se “aligeren”
momentáneamente de su malestar, sin tomar conciencia de las causas sociales y
políticas, entre otras, que lo están causando.div>


Teniendo
en cuenta este peligro, creo que, en la Iglesia actual, continúa habiendo un
excesivo peso de las celebraciones litúrgicas religiosas como si ellas fueran
la expresión fundamental del ser cristiano
. Este estilo de “iglesia de
celebraciones” es propio de otro momento, del momento de cristiandad, cuando la
Iglesia era una organización de masas que regulaba la vida social. Hoy
deberíamos caminar hacia un modelo de iglesia que, sin abandonar la expresión
simbólica y religiosa (no sacralizada), de la fe, ponga su centro en la
experiencia mística y en el compromiso ético en la vida. La iglesia desde el
vaticano II renuncia a un modelo de iglesia de cristiandad que pretende tener
el protagonismo en la sociedad, y pasa a un modelo de iglesia de compromiso
personal de la fe, con una dimensión social también, centrada en la defensa del
ser humano frente a los poderes y sistemas sociales que le oprimen, en especial,
centrada en la defensa de los más débiles y empobrecidos frente a los ricos.
Pero realizado sin protagonismos, colaborando con todos y todas las que
combaten por un mundo más justo y más humano.


Es
importante recordar el sentido de la liturgia en el cristianismo, ya que la
liturgia cristiana es en realidad toda la vida del cristiano y no sólo el
momento de una celebración religiosa
, en el cual sólo se hace visible de un
modo especial lo que está en toda la vida. La Vida está sobre la celebración
litúrgica en el cristianismo. Entendida de este modo (toda la vida como
sacramento) la liturgia es el centro y la meta de toda vida cristiana como más
o menos recordaba el Concilio Vaticano II en la “sacrosantum concilium”, pues toda la vida es liturgia.


La liturgia
cristiana relativiza la celebración religiosa, poniéndola al servicio de la
vida y no al contrario (el sábado para el hombre y no al contrario decía
Cristo). Esto no anula la necesidad y el valor de las celebraciones religiosas,
formando parte también de la vida del hombre.


Cuando
vemos como se vive y se celebra la semana santa no queda la menor duda de que
aún queda mucho que caminar, si bien, son muchos/as cristianos/as los que lo
viven de un modo muy distinto y mucho más evangélico que religioso, gracias a
Dios.





4 comentarios:

  1. Felicitaciones por el post.

    No creo que sea una exclusiva de la tradición cristiana el hecho de rebajar o diluir la energía liberadora de su respectivo mensaje originario. Yo diría que es una constante de la condición humana, y seguro que por estos mundos diversos más de un investigador ya debe haber trabajado este tema en la historia de las tradiciones religiosas.

    A mí me ha gustado este pensamiento de Thomas Merton sobre la resurrección de Cristo.

    http://mertonpito.blogspot.com.es/2012/04/feliz-pascua-de-resurreccion.html

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  2. Buen artículo, totalmente de acuerdo.

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  3. Una reflexión excelente. Y totalmente coherente con la praxis a la que convoca el mensaje evangélico. Se agradece en estos tiempos en los que prima especialmente la sumisión a la ortodoxía y las normativas impuestas por la institución vaticana.
    Selva

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  4. Muy interesante esta lectura de la Resurrección, como aspecto liberador de la vida en la Vida. Esa profundidad en la vivencia diaria sin quedarse sólo en el aspecto formal de las celebraciones...

    Esa igualdad que Jesús predicó, ese amor ...esa relación con los demás de igual a igual, esa defensa del desprotegido, explotado...

    Un abrazo, José Antonio!

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Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.