"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Dios y el sufrimiento, por Luis González- Carvajal.




¿Debemos suponer, entonces, que a Dios le resulta indiferente nuestro sufrimiento? Como El no sufre... Pero, ¿quién ha dicho que Dios no sufre? Desde luego, Platón y Aristóteles (para quienes el sufrimiento manifiesta siempre alguna imperfección), pero no la Biblia. Allí se afirma claramente que Dios sufre cuando el hombre sufre: «me da un vuelco el corazón, se me estremecen las entrañas» (Os 11, 8); «se han conmovido mis entrañas» (Jer 31, 20)... Y que nadie diga que eso son antropomorfismos, porque también son antropomorfismos las imágenes del Dios impasible que nos legó la filosofía griega.

Y es que un Dios a quien no le afectara el dolor de los hombres; a quien le resultara indiferente lo que ocurrió en Auschwitz o lo que ocurre en cada cama de hospital, no sería Dios. (Aclaremos que el sufrimiento de Dios del que habla el cristianismo no se debe a ninguna imperfección de su ser -como temían Platón y Aristóteles-, sino que es una consecuencia de su amor a los hombres. Dios no es atrapado por el sufrimiento, como nosotros, sino que se deja libremente alcanzar por él. Sufre por amor).

Entonces, si a Dios le importa tanto el sufrimiento de los hombres, ¿cómo no hace algo por evitarlo? En mi opinión, la única respuesta correcta es que hace todo lo que puede hacer... sin suprimir nuestra dignidad:

Ha puesto en nosotros la inteligencia para que, estudiando las leyes de la naturaleza, podamos vencer poco a poco los males físicos. «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla», dijo a la humanidad (Gen 1, 28).


Y nos ha redimido, llenándonos de su Espíritu, para vencer el mal moral, de forma que algún día empleemos la libertad para hacer el bien, y no para hacernos daño unos a otros. «Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para hacer el mal; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros» (Gal 5, 13).

Es decir, Dios ha querido luchar contra el mal a través de nosotros. Recordemos otra vez el dilema de Epicuro porque ahora estamos en condiciones de contestarle: «O Dios quiere eliminar el mal -decía- pero no puede, y entonces es impotente; o puede y no quiere, y entonces es malo; pero tanto en un caso como en otro no sería Dios».

La respuesta es: En efecto, Dios no puede suprimir el mal de repente sin anular al hombre. Nos ha tomado tan en serio que sólo acepta vencer el mal cuando sea simultáneamente nuestra propia victoria.


Ese fue el descubrimiento de aquel «Job del siglo XX» creado por Lippert:
«Cual relámpago me llega ahora una ardiente luz: ¿Será éste acaso tu propósito, tu maravilloso pensamiento: Que Tú sólo cierres tus puertas para que yo abra las mías de par en par de modo que los desdichados puedan venir a mí y a cada hombre que esté dispuesto a llorar con ellos ... ? ¿Será posible que todas las puertas que quieras dejar abiertas a los pobres y desdichados las hayas puesto en el corazón de tus santos? ¿Que sean ellos quienes, por tu encargo y voluntad, y en tu nombre, recojan todas las penas y escuchen todas las oraciones? Ah, entonces debo callar; entonces la quejumbrosa pregunta que te hice se tornaría en una anonadante acusación contra mí. ¿No escuchas, pues, nuestras preces?, te he preguntado; pero debería haber dicho: ¿Escucho yo las súplicas de todas tus oraciones? ¡Padre! ¡Señor y Dios! Ya veo lo que tengo que hacer, y me espanta la tarea: Tengo que hacerte bueno».


Aunque, quizás, más que «hacer bueno» a Dios deberíamos decir «hacerle poderoso». De acuerdo con lo escrito hasta aquí podríamos afirmar que la omnipotencia es un atributo escatológico de Dios. Se hará patente al final de los tiempos. Mientras en el mundo le quede algún poder al mal, Dios no es todavía «todopoderoso»; no todo está sometido a su señorío.

Ni que decir tiene que ese «final de los tiempos» en que Dios será por fin todopoderoso es la «hora veinticinco»; o sea, la que llegará después de la última. En este mundo, por mucha inteligencia y mucho amor que derrochemos, el sufrimiento sólo podrá ser parcialmente eliminado. Incluso en la mejor de las sociedades que pudiéramos imaginar quedará siempre ese «último enemigo» que es la muerte (1 Cor 15, 26). Y, además, el menor sufrimiento de las generaciones futuras no resolvería las miserias de las generaciones anteriores.

Aunque sólo fuera considerando los sufrimientos que ya han tenido lugar descubriríamos que el mal no puede tener solución satisfactoria vistas las cosas desde la humanidad y sus aspiraciones más ambiciosas. Pero es que, como alguien ha dicho, la humanidad sin Cristo tiene tan poco sentido como una frase sin verbo (sin el Verbo).

Si intentamos ahora ver las cosas desde la mañana de Pascua adquieren otra perspectiva. Cuando Dios Padre resucitó a Jesús de entre los muertos le hizo justicia. Y aquí necesitamos recordar todas las afirmaciones paulinas sobre la incorporación de los cristianos a Cristo: Los cristianos con-sufren y con-mueren y con-resucitan; es decir, sufren, mueren y resucitan con Cristo.


Esa fuerza liberadora que la muerte y resurrección de Cristo ejercen sobre lo más oscuro de los sufrimientos de la humanidad es la que permite a los creyentes rezar aquel embolismo de la antigua misa latina que parafraseaba así la última petición del Padrenuestro: «Líbranos, Señor, de todos los males, pasados, presentes y futuros ... » .
....................

lunes, 29 de marzo de 2010

«Apuntes para una espiritualidad eclesial reinocéntrica» por José María Vigil.

Tomado de http://westcoastcompanions.org/jgc/1.2/vigil.spanishtext.htm



1. Forma parte de una conciencia cristiana madura a la altura de los tiempos actuales la negación consciente y explícita del eclesiocentrismo y de cualquier elemento que lo plasma en la Iglesia.

2. Hay que poner a la Iglesia explícitamente por debajo de la Causa de Jesús y a su servicio. Lo contrario es una herejía, al menos implícita, o por connivencia.


3. Hay que «relativizar» la Iglesia, sí, es decir: hay que mantenerla en su categoría propia de relativa y relacional. En algunos aspectos hay también que «desabsolutizarla», es decir: hay que desconstruir positivamente la absolutización que de ella se hizo. Hay que evitar el «relativismo»; pero, hay que evitar mucho más el contemporizar con las muchas absolutizaciones eclesiocéntricas que todavían niegan el absoluto del Reino. Es un deber cristiano y eclesial el devolver la Iglesia a su ser relativo y relacional al Reino.


4. Tenemos derecho a vivir esta hora de la Humanidad y de nuestras propias vidas de acuerdo a nuestras convicciones de fe, sin dejarnos hipotecar la libertad y nuestra responsabilidad histórica. Somos Iglesia, y reclamamos que se nos deje serlo. «Que se nos deje ser esta Iglesia que queremos ser», dentro del pluralismo del que da cuenta desde sus inicios el Nuevo Testamento. La Iglesia no es sólo nuestra Madre, sino nuestra Hija: la hacemos, la somos, la configuramos. La Iglesia es también lo que nosotros somos, y no queremos pecar de omisión histórica. Esta Iglesia Hija nuestra existe, y sobrevivirá para el futuro histórico y escatológico. Debemos estar abiertos al diálogo y al discernimiento, pero cerrados al atropello y a la claudicación.


5. Si no lo hemos hecho ya, debemos trasladar el ancla más profunda de nuestra identidad, desde la Iglesia hacia el Reino. Sentirnos mucho más constructores del Reino, luchadores de la Causa de Jesús... que miembros de la institución eclesiástica. En teoría no hay contraposición entre ambas dimensiones, pero la hay con demasiada frecuencia en la práctica. La pertenencia al Reino y a la Iglesia, aunque son perfectamente compatibles, no son sin embargo equiparables: una está más en el nivel profundo de nuestra relación con el absoluto, y otra está más en el nivel de sus mediaciones.

6. El mayor servicio que se puede hacer al Papa es no mitificarle, y pedir con urgencia una profunda reforma del papado. El mayor favor que se puede hacer a la Iglesia es no secundar el eclesiocentrismo, y luchar denodadamente contra todas sus deficiencias [12] (GS 43), hoy clamorosamente señaladas por tantos sectores cristianos. El peor servicio que podemos hacer a la comunidad cristiana es abdicar de nuestro derecho a ser cristianos de otra manera, permanecer callados u omisos, sin crear «opinión pública en la Iglesia», y permitir que ésta quede atenazada por una teología conservadora que se crea depositaria única de la verdad. Una pertenencia eclesial madura incluye hoy el compromiso en los movimientos de reforma de la Iglesia.

7. Dado el gran componente eclesiocéntrico que hoy todavía arrastramos la mayor parte de los cristianos, es necesario una sobredosis de esfuerzo para deponer el miedo generalizado que se ha instalado en buena parte de la Iglesia, para levantar nuestra autoestima, la confianza en la dimensión crítico-profética de la vocación cristiana, y la seguridad de que aunque se sufra la incomprensión de quienes siguen siendo deudores del eclesiocentrismo, la lucha por la Causa del Reino sigue siendo el valor supremo por el que merece la pena vivir y hasta morir, como seguidores de Jesús. Aunque haya que vivir la libertad a la intemperie.

José María Vigil es un sacerdote claretiano nacido en España que ahora vive y trabaja en Centroaméríca. Obtuvo la licenciatura en teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y la de Santo Tomás en Roma y obtuvo la licentiatura en Psicología, en especialidad Cliníca, en las Universidades de Salamanca, Madrid y Managua. Es secretario ejecutivo de CICLA, Conferencia Internacional Claretiana Latinoamericana y autor de varios libros y artículos, muchos de los cuales aparecen en el internet. Se pueden localizar en





.

Psicología Transpersonal: Hacia una sanación psicológica integral




Dentro de la psicología, el ámbito de la psicoterapia es tremendamente amplio y complejo. Existen incontables enfoques y metodologías que orientan el abordaje terapéutico de manera distinta, obedeciendo a diferentes concepciones sobre el ser humano, su mundo interno, la sociedad que lo contiene y la influencia que ésta ejerce sobre su psiquismo, etc.

En la década del ’70 surgió con fuerza un movimiento al interior de la psicología que abogaba por una nueva visión de hombre que contrastaba con las ideas propias de la ciencia materialista de Occidente. Era la psicología transpersonal, corriente de pensamiento que buscaba integrar la variable espiritual a la comprensión de los fenómenos psicológicos y humanos en general.

Históricamente, este movimiento responde al encuentro de la psicología humanista (nacida en EEUU de la mano de las contribuciones tempranas de autores tan importantes como Abraham Maslow, Viktor Frankl, Carl Rogers y otros) con las tradiciones místicas de Oriente. De este encuentro nace la visión transpersonal, puente que intenta conectar el conocimiento científico occidental con la sabiduría espiritual de Oriente y los pueblos originarios.

Como parte de este nuevo desarrollo surge una nueva manera de concebir la psicoterapia. El trabajo terapéutico que se venía haciendo hasta ese entonces estaba dominado principalmente por el psicoanálisis y la terapia conductual. La psicoterapia humanista iba ganando fuerza, instalándose como una alternativa viable a estos dos enfoques imperantes, pero de manera todavía incipiente. Con la llegada de la “psicoterapia transpersonal”, un aire de polémica inundó la escena psicoterapéutica, avivando el candor de los debates que ya venían desarrollándose desde hacía varias décadas al interior de la disciplina.

El modo en que se concibe el trabajo terapéutico desde este nuevo enfoque se aparta sustancialmente de lo que hasta ese momento se consideraba como “científicamente aceptable”. Como veremos a continuación, este nuevo modo de entender al ser humano y la sanación psicológica conlleva una transformación en el modo de hacer terapia, así como la apertura a nuevas posibilidades de desarrollo por parte de nuestros pacientes.

La psicoterapia transpersonal se caracteriza por focalizar su trabajo en dos dimensiones. Estas dos dimensiones son consustanciales al ser humano, son parte de su naturaleza innata, pero generalmente no se las considera de manera unificada.

En primer lugar, la psicoterapia transpersonal opera sobre la “dimensión psicológica” del paciente. En términos muy generales, esta dimensión refiere a los aspectos mentales y emocionales de la persona, lo que incluye su experiencia subjetiva acerca de sí mismo y de los otros, el contenido emocional de dichas experiencias, las valoraciones que hace respecto de su pasado, presente y futuro, sus ideas, teorías y otros marcos de referencia internos, etc.

Podemos decir que ésta es la dimensión en la que trabajan las distintas corrientes psicoterapéuticas occidentales. Si bien cada enfoque privilegia ciertos fenómenos psíquicos por sobre otros al momento de abordar un proceso terapéutico, todos operan dentro de la misma dimensión psicológica-individual-(inter)subjetiva.

En segundo lugar, la psicoterapia transpersonal opera también sobre la “dimensión espiritual” del paciente. Esta segunda dimensión del ser humano tiene que ver con los aspectos trascendentes de la existencia, o lo que algunos llaman los estados “superiores” o “trans-personales” de la conciencia humana.

La noción de que existen realidades más allá de la realidad física, material y concreta a la que estamos acostumbrados proviene de las más diversas tradiciones espirituales de Oriente y Occidente. Enseñanzas como el budismo, el taoísmo, el hinduismo, el sufismo, el cristianismo místico, el chamanismo, etc., han señalado durante miles de años la existencia de realidades más allá de las apariencias físicas; reinos en los cuales los limites que percibimos a través de nuestros sentidos se disuelven para develar una Totalidad unificada e inteligente.

Ambas dimensiones se unifican en la psicoterapia transpersonal, en tanto que al tiempo que se trabaja sobre los complejos psicológicos, traumas, negaciones, heridas emocionales, relaciones interpersonales dañinas, aprendizajes y condicionamientos infantiles, etc. del paciente, también se pone atención a las posibilidades de trascendencia de la persona que viene a la consulta. Con esto quiero decir que el terapeuta transpersonal no sólo se limita a ayudar al paciente en la “resolución” de sus problemas personales e interpersonales, sino que además facilita un espacio en el cual la persona puede acceder a estados de mayor integración, más allá de su personalidad condicionada.

En otras palabras, y para aclarar lo ya dicho, la psicoterapia transpersonal se orienta a permitir que la persona alcance, en primer lugar, un nivel óptimo de integración personal o psicológica (lo que comúnmente podríamos denominar “salud mental”, “bienestar” o “plenitud”), para así abrir la posibilidad de acceder a niveles superiores o “trans-personales” (más allá de la persona, del ego, del individuo) de integración. En estos niveles transpersonales, el ser humano integra su identidad individual con la identidad del Cosmos, trascendiendo las barreras que lo aprisionan en un limitado concepto de un sí mismo confinado en la experiencia de ser sólo su carne y sus huesos.

Para poder acceder a estos estados de mayor integración, los psicoterapeutas transpersonales se valen de diversas herramientas. Éstas provienen tanto de la psicoterapia tradicional (occidental) como de las tradiciones espirituales. Las primeras aportan modelos para desenredar la madeja de los complejos psicológicos que configuran y sostienen nuestro “ego”, mientras que las últimas nos entregan claves para explorar lo que yace más allá de las fronteras de nuestro sí mismo encarnado y mortal. En este sentido, un terapeuta transpersonal puede usar metodologías propias de la psicoterapia gestáltica, de la psicología analítica junguiana, de la psicoterapia centrada en la persona e incluso del psicoanálisis, integrándolas en sesión con diversas formas de meditación, ejercicios de respiración, recitación de invocaciones y mantras, sanación energética (p. ej. Reiki, Energía Crística, etc.), curaciones chamánicas, uso ritual de medicinas enteogénicas, etc.

Cuando el terapeuta tiene la suficiente experticia como para integrar de manera coherente estas diferentes herramientas de trabajo terapéutico, los resultados son francamente sorprendentes. Los pacientes experimentan mejoras en todo nivel, accediendo a oportunidades de expansión que no se encuentran disponibles en otros enfoques terapéuticos, dada su limitada perspectiva que les impide ver más allá de la dimensión psicológica-personal. La terapia transpersonal es, en este sentido, “psico-espiritual”, y por lo mismo abre la posibilidad a una sanación más integral y completa del ser humano en su totalidad. Frances Vaughan ha señalado que la visión que tengamos respecto del ser humano limitará siempre las posibilidades de desarrollo del mismo… por eso, mientras más amplia, comprehensiva e integral sea nuestra perspectiva como terapeutas, mayores serán los horizontes de expansión de nuestros pacientes.

En conclusión, la psicoterapia transpersonal representa un importante avance respecto de otros enfoques terapéuticos en lo que respecta al modo en que concibe al ser humano y sus potencialidades de desarrollo. Al ver “más allá” de las miopes concepciones dualistas y materialistas de la psicología occidental e integrar la sabiduría propia de las tradiciones espirituales, este nuevo enfoque ofrece una respuesta más profunda y resolutiva a las problemáticas humanas. Nos permite ver que nuestra vida no se limita sólo a esta “cápsula de piel” (Alan Watts) que nos contiene y que existen otras dimensiones susceptibles de ser vivenciadas de manera directa, ampliando nuestro espectro de experiencias disponibles y aumentando las posibilidades de alcanzar un estado de bienestar y de plenitud más duradero y estable.

La Derecha tiene el poder, el PSOE sólo el Gobierno




Carlos Martínez – Presidente de Attac España

Lo dijo Felipe González, tener el gobierno, no era tener el poder. El poder real en España, lo tienen los y las de siempre. Los banqueros/as las y los ricos, las grandes familias de derechas de toda la vida a través del PP, las familias judiciales, los bancos, los grandes empresarios que controlan la CEOE, muchas de cuyas fortunas surgieron al amparo del franquismo y sus cajas de chanchullos como el sindicato vertical o las cámaras agrarias y otras incluido en Servicio Nacional del Trigo o el Movimiento Nacional. La casa real, ahora, aunque redundada también por Franco. La casa de Alba y actualmente Berlusconi, también muy introducido en el Reino de España.

Esa Corte de los Milagros, que es Madrid, o mejor muchos y muchas de esos que viven y mandan desde Madrid, están imponiendo una reducción cada vez mayor y más peligrosa de las libertades y nos están reconstruyendo una democracia de baja intensidad.


Hay una dañina gran coalición real, con hijos de franquistas en casi todos los partidos políticos con opciones de gobierno, que funciona con gran eficacia y al amparo de la embajada de los USA o el nuncio del Vaticano. Ese Madrid capitalista y monárquico domina sin pudor, sin ocultarse y si no pues a los jueces.


La corte de milagros, tiene sus resortes y la venganza la sirve fría. Se está vengando de la imprevista derrota del PP, al que aún no le tocaba. Se está vengando del atrevimiento de intentar procesar al franquismo y el fascismo español. Se está vengando del intento de juzgar la trama de corrupción señoritil más grande descubierta hasta ahora.

El poder, en este estado, no es democrático. Estos poderes no democráticos tienen infiltrado y acogotado al centro izquierda.


Venezuela, Cuba, los Sindicatos, los activistas y las activistas sociales y la red, que ellos no controlen, son sus enemigos. También lo poco que hay en esa amplia y diversa izquierda que existe, si bien no se conoce ni entiende, pero que existe y es real.


Izquierda política, sindical, social, que habita en diversos partidos y sindicatos, pero que anda despistada o dividida. Socialdemocratas consecuentes, socialistas, comunistas, republicanos y republicanas, libertarias y libertarios, altermundistas.

Si queremos enfrentarnos a la que nos está cayendo y más que nos caerá, debemos tejer un amplio frente de complicidades. Debemos construir una amplia plataforma social. Hay que poner al descubierto las vergüenzas del capitalismo e impulsar la democracia, real y participativa y exigir la democracia económica.


El poder debiera residir en los y las ciudadanas. Hoy no es así. El PSOE debiera ser consciente de esta situación y saber que sus aliados, aliadas o colegas y compañeras y compañeros, no son los poderosos, el PP, CIU o el PNV, sino sus propias bases electorales y la Izquierda en su conjunto. Pero no perderé más el tiempo en esto. Lo que he afirmado aquí es cierto. Esa certeza me lleva trabajar en la unidad de las izquierdas.


El PSOE debiera dejar de mirar a la DERECHA cada vez que toma una decisión política o propone un plan contra la crisis, dudando menos en apretar a las y los trabajadores, trabajadoras y pequeñas pymes, que a los bancos y los ricos.

La convivencia es posible y para ejemplo un botón, en ATTAC España todas y todos convivimos, y con trabajo en red y sin oligarquías internas avanzamos, poco a poco, pero avanzamos.

Hay otros procesos en construcción. Recuperemos el poder para la ciudadanía.

El Zen cristiano y el P.Hugo M. Enomiya-Lassalle s.j.





En nuestros días se habla mucho de lograr un mundo mejor, a cuya promoción quisiéramos contribuir todos.
Lo que importa es hallar caminos que conduzcan al
hombre a la felicidad, pese a todas las tribulaciones
que nos rodean. Para ello no deberíamos rehusar la
ayuda que se nos ofrece de Oriente y adaptar las
formas de meditación allí practicadas. No se trata de
sustituir el cristianismo por otra religión, sino de
aprovechar un recurso para fortalecer nuestro
cristianismo.

En el Decreto sobre la actividad misional de la
Iglesia se indica a los religiosos contemplativos la
conveniencia de asimilar los métodos orientales de
meditación en cuanto sea posible. Los resultados
obtenidos en este campo en todo el ámbito cristiano
son no sólo satisfactorios, sino que superan todas las
esperanzas.

Los métodos orientales son de suyo sumamente antiguos.
Sus comienzos vienen de mucho antes que el
cristianismo hiciera su aparición. Sus formas han
permanecido, en parte, invariables. La meditación zen
ha permanecido esencialmente tal como se practicaba en
China hace mil años, en su época dorada.

Hugo M. Enomiya-Lassalle (1898-1990) es uno de los
personajes sobresalientes de la historia espiritual
del siglo XX. Como jesuita y como maestro Zen, alemán
de nacimiento y ciudadano japonés, es un "puente vivo"
entre las culturas de Europa y Asia. "El Padre
Lassalle es un testigo vivo de lo que enseña y
anuncia. Lo considero una de las figuras espirituales
más relevantes de nuestro tiempo", ha dicho de él
Karlfried Graf Dürckheim. Desde 1929 vivió como
misionero en Japón, donde desde el principio intentó
dar un rostro japonés al Cristianismo de aquel país.
Sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima, el 6 de
agosto 1945. La construcción del Templo de la Paz en
Hiroshima lo hizo famoso en todo el mundo. Una honda
experiencia mística en su juventud lo llevó a la
búsqueda de un conocimiento de Dios cada vez más
profundo. Desde fines de los años cuarenta estuvo
comprometido en el diálogo con los budistas y en 1956
empezó a practicar Zen como jesuita en un monasterio
Zen japonés. A partir de 1967, durante más de veinte
años, como maestro Zen, introdujo a miles de personas
en la práctica del Zen en Europa, ayudando de esta
manera a mucha gente a llegar a una experiencia
espiritual inmediata. Mientras hacía esto, nunca puso
en duda su identidad cristiana. En sus viajes a
América del Norte y del Sur, a la India y al sudeste
asiático, entró en contacto con gentes y culturas muy
diversas. Partiendo de las fisuras y contradicciones
del presente, se atrevió a dar el paso hacia una
"nueva conciencia", más allá de las fronteras.

sábado, 27 de marzo de 2010

DIOS NO QUISO SU MUERTE. Por R. J. García Avilés




Publicado por Fundación Epsilón

No. No fue por voluntad de Dios, ni mucho menos porque fuera necesario su sufrimiento para nuestra salvación. La pasión y muerte de Jesús, en cuanto sufrimiento y muerte, no formaban parte del designio de Dios. Fueron exigencia del pecado instalado en la esencia del poder de este mundo.

NO FUE DIOS

Se ha dicho, y quizá se siga diciendo, que la muerte de Jesús fue una exigencia de Dios como condición para conceder a los hombres el perdón de los pecados: como nosotros, humanos, no teníamos capacidad para merecer el perdón de Dios, éste envió a su Hijo para que, sufriendo y muriendo, consiguiera para nosotros los méritos necesarios para alcanzar tal perdón.

Mirando las cosas desde el corazón del hombre no es posible pensar que un padre exija el sufrimiento y la muerte de su hijo para perdonar a otros hijos suyos, y si hay algo claro en los evangelios es que Dios es Padre. ¿Cómo se puede compaginar la imagen de un Dios justiciero implacable con el padre de la parábola del hijo pródigo (véase comentario núm. 13) que está esperando a su hijo para perdonarlo, que, cuando llega, no lo deja terminar de pedir perdón y que, además, organiza una fiesta porque lo ha recuperado vivo?


Sin embargo, en los evangelios hay frases que, si se sacan fuera de su contexto, podrían servir para justificar esta forma de pensar: «Padre, si quieres, aparta de mí este trago; sin embargo, que no se realice mi designio, sino el tuyo»; éste, que pertenece al evangelio de hoy, podría ser uno de ellos.

FUERON ELLOS

Los evangelios, y de forma especial el de Lucas, dejan muy claro quiénes fueron los verdaderos culpables de la muerte de Jesús: fueron ellos, los poderosos, los que manipulaban la fe del pueblo para manejar a su antojo a la gente, los que habían convertido la religión en un negocio, los que estaban interesados en que los pobres tuvieran miedo de Dios para que así les temieran también a ellos: los sumos sacerdotes, los letrados, los jefes, los reyes, los que se hacen llamar bienhechores de la humanidad... ¡en beneficio propio! Y también aquella parte del pueblo que, por miedo, por ceguera o porque se han dejado dominar por la ambición de poder, no se atreven a ser libres, no se deciden a ser hijos, no se arriesgan a ser solidarios, no se atreven a ser hermanos. Esos fueron los responsables de la muerte de Jesús. Fueron ellos los verdaderos culpables. No fue Dios ni el pueblo judío. Fue el sistema de poder establecido que contaminaba, como aún hoy la contamina, la sociedad de los hombres: los jerarcas judíos (22,66s; 23,1-2.13-23), denunciados directamente por Jesús (véase Lc 20,14); Herodes, cuya autoridad Jesús se niega a reconocer (22,8-12), y Pilato, que prefiere ceder a la arbitrariedad de los grandes en lugar de hacer justicia a los derechos de un pobre (22,24-25), y una parte del pueblo, totalmente dominada por sus opresores (22,13-23). Lucas, sin embargo, tiene buen cuidado de salvar a «una gran muchedumbre del pueblo, incluidas mujeres» (22,27), que siguen a Jesús por su camino hacia la cruz.

LO QUE DIOS SI QUERIA

¿Qué es entonces los que Dios quería? ¿Cuál es ese designio que Jesús dice que debe cumplirse antes que el suyo propio?

Lo que Dios pide a Jesús es que mantenga su compromiso de amor hasta el final, aunque los enemigos del amor lo hagan víctima de su odio asesino; que sea solidario con sus hermanos, aunque los enemigos de la solidaridad lo intenten eliminar. Es el amor, la lealtad en el amor, lo que Dios quiere. Un amor sin límites, que será la manifestación del amor del mismo Dios.


Jesús sabe que ese amor será rechazado por los que disfrutan o ambicionan el poder, por los que gozan de privilegios gracias a la injusticia establecida en la sociedad, y sabe que no van a ser blandos con él, porque su propuesta, convertir este mundo en un mundo de hermanos, acabaría con sus injusticias y sus privilegios. Y ante el dolor y la muerte, siente miedo «como un hombre cualquiera» (segunda lectura). Pero él está decidido hasta el final, y en el momento final seguirá dejándolo todo en las manos del que él sigue llamando Padre: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu».

¿Y lo de que la muerte de Jesús nos obtiene el perdón de los pecados? Pues precisamente porque es la mayor muestra de amor que un hombre puede dar por sus amigos: dar la vida. Es el amor lo que salva, lo que libera, lo que obtiene el perdón, no la muerte en cuanto muerte ni el sufrimiento en cuanto sufrimiento. El amor de Dios que se manifiesta en el amor de su Hijo-hombre; el amor de aquel hombre que se mostró así como el Dios-hermano.

La contemplación según el zen:Ni Ligado ni desprendido de pensamientos y sentidos.






LA MENTE ORIGINAL

Cuando los seguidores del Zen no consiguen ir más allá del mundo de sus sentidos y pensamientos, todos sus actos y movimientos carecen de importancia. Pero cuando los sentidos y pensamientos son aniquilados, quedan atascados todos los pasos al Espíritu Universal y no hay entonces entrada posible. La Mente original debe reconocerse durante el funcionamiento de senti­dos y pensamientos; pero no pertenece a ellos ni, tampoco, es independiente de ellos.

No construyas tus opiniones sobre tus sentidos y pensamientos, no fun­des tu comprensión en tus sentidos y pensamientos; pero al mismo tiempo no busques a la Mente lejos de tus sentidos y pensamientos, no intentes asir la Reali­dad rechazando tus sentidos y pensamientos.


Cuando no estás ligado a ellos ni desprendido de ellos, enton­ces gozas de perfecta libertad in-obstruida, entonces tienes tu sede de iluminación.
.
Huang Po

Porqué y cómo se produjo el declive de la mística en el catolicismo, por Willigis Jager.





Hasta hace unos 200 años, la contemplación solía formar parte de la pedagogía de oración. Quisiera citar aquí a Thomas Keating, abad cisterciense de los EE.UU., que en un resumen de la historia de la contemplación, cita los diversos motivos que han influido en el hecho de que esto ya no sea así:

-La desgraciada tendencia a rebajar los "ejercicios espirituales" (Ignacio de Loyola) a un método de meditación discursiva.

-El enfrentamiento de la Iglesia establecida con el Quietismo y su radical condena de esta corriente. La pedagogía del Quietismo consiste en un dejar hacer pasivo y en abandonarse a la guía de la gracia. Esto, en la Institución generó un miedo latente ante toda mística, haciendo que cayera en descrédito.

-El Jansenismo y sus influencias. El Jansenismo se acerca mucho al Determinismo: el ser humano está predestinado y poco puede hacer para cambiar esta condición. Dios escoge a la persona y le concede la gracia de actuar bien, obrando así su redención.

-La sobrevaloración de las visiones y revelaciones privadas y la consecuente desvalorización de la liturgia.

-El confundir la auténtica naturaleza de la contemplación con fenómenos como la levitación, el hablar en lenguas, los estigmas y las visiones.

-El confundir la mística con la beatería.

-La desfiguración de la imagen de los místicos y la equiparación de la mística con un ascetismo divorciado de la realidad.

-El incremento del legalismo de la Iglesia Romana.

Aparte de esto, dice Keating, la erradicación de la contemplación fue definitiva cuando se llegó a afirmar que era una temeridad aspirar a la oración contemplativa.

Alentados por los caminos esotéricos de Oriente, muchos cristianos de nuestros días vuelven a acordarse de su propia tradición. Pero su interés no estriba en disertaciones teoréticas sobre místicos, sino en los caminos a la experiencia que éstos nos legaron.


viernes, 26 de marzo de 2010

LA CRUZ NO ERA NECESARIA, por Luis Alemán.






Cristo no vino a sufrir.

Vino a ser Camino, la Vida, la Verdad.

Y lo consiguió, pero a un alto precio



No entraba en los planes de Yahvé. No la quería – no la podía querer – siendo un Dios Padre. El hombre podía ser redimido, encauzado, reorientado hacia su plenitud sin la crucifixión.

Jesús, aquel palestino, se había metido en un lío. No había sido“prudente”. No pactó con los poderes fácticos y, si era hombre de verdad, por muy hijo de Dios que fuera, tenía que morir de la forma que murió. Ser hombre, además de nacer de una mujer, significa someterse a su tiempo y a su espacio: ser historia.

Pero no murió así porque su Padre lo hubiese dispuesto así. La encarnación no conlleva necesariamente la cruz. Ni la redención. Jesús murió en cruz porque el poder religioso y político a un hombre así no lo podía digerir. Dios no quiere el dolor. Dios no puede querer la cruz. El dolor, en sí mismo, no tiene ninguna fuerza salvadora. La cruz no es invento de Dios. Es invento de hombres.

Cuando Jesús se siente abandonado, está siendo víctima del enorme respeto de Dios Padre por las leyes humanas, por el modo con el que los hombres llevan el mundo.

Jesús fue elegido para enseñarnos a amar, a convivir, a descubrir la verdad, a desmontar la hipocresía, a mirar a Dios, a mirar a los hombres. Quiso ayudarnos a superar la finitud, a sobrellevar la angustia de ser creaturas y por tanto imperfectas. Nos trajo la palabra “padre”, la palabra “hermano”, la palabra “libertad”. Rompió las amarras de la ley. No se sometió a los poderes del templo, ni a los políticos. Murió como blasfemo y como terrorista.

La cruz no era necesaria. Pero, fue inevitable. La maldad humana la hizo inevitable. Los poderes de este mundo, por muy sagrados que sean, no admiten ni a un Cristo ni a un cristiano.

Dios Padre tuvo que tragarse la cruz por amor a los hombres. Pero Cristo no vino a sufrir. Vino a ser Camino, la Vida, la Verdad. Y lo consiguió, pero a un alto precio

La cruz no hay que buscarla. La cruz no es fuente de vida. La cruz habrá que aceptarla cuando llegue. Y la cruz será fuente de vida si en ella se crucifica el amor. El amor es la vida, no la cruz.

Jesús murió “por” nuestros pecados. Es decir, la maldad de la sociedad, la de aquella época y la de esta; la maldad de aquellos hombres y nuestra maldad, el Caín que llevamos dentro lo crucificó y sigue crucificando al indefenso, al pobre, al débil y mucho más si, por añadidura, pretende ser libre. Ese “por” no indica sólo una finalidad, es sobre todo, causa.

Se corre peligro adorando la Cruz. No te arrodilles ante la cruz. Arrodíllate ante el amor crucificado. Quizás deberían prohibirse las cruces sin Jesús.

Monseñor Romero, aquel obispo salvadoreño, no murió asesinado en el altar por voluntad de Dios. Fue el egoísmo de unos poderosos quienes no aguantaron su vida y sus palabras.

Dios no quiere – no puede querer – que nos crucifiquemos unos a otros.

Pero si alguien quiere amar como Jesús, ser libre como Jesús en medio de una sociedad egoísta, hipócrita, legalista, ambiciosa, caerá muerto a balazos, agotado o crucificado.

Pienso que, también en esto de la Cruz, los sacrificios, el dolor etc., nos hemos hecho un lío. O nos han hecho un lío.

Pero, en fin, Jesús triunfó. El que lo siga lleva su frente marcada con el triunfo. Debe quedar claro: no fue el dolor, sino el amor, lo que le llevó al triunfo.

La Integración Final: Hacia una terapia monástica, por Thomas Merton.





Tomado de http://www.cistercium.es/descargas/La%20respuesta%20del%20monje.pdf


“El hombre que ha logrado la integración final ya no se halla limitado por la
cultura en la que ha crecido. “Ha abrazado la “totalidad de la vida”... Ha
experimentado... la existencia humana ordinaria, la vida intelectual, la creación
artística, el amor humano, la vida religiosa. Trasciende todas esas formas
limitadas, al tiempo que retiene todo lo mejor y lo universal que hay en ellas...
No solamente acepta a su propia comunidad, a su propia sociedad, a sus amigos,
a su cultura, sino a toda la humanidad. No permanece atado a una serie limitada
de valores de manera tal que los opone a otros adoptando posturas agresivas o
defensivas. Es totalmente “católico” en la mejor acepción de la palabra. Posee
una visión y una experiencia unificadas de la única verdad que resplandece en
todas sus diferentes manifestaciones, unas más claras que otras. No establece
oposición entre todas estas visiones parciales, sino que las unifica en una
dialéctica o en una visión interior de complementariedad. Con esta visión de la
vida, puede aportar perspectiva, libertad y espontaneidad a la vida de los
demás”.

jueves, 25 de marzo de 2010

ESTÉTICA, por Dolores Aleixandre.


Tomado http://www.feadulta.com/Ev-Dolores_ESTETICA.htm

Leo en el periódico: “Muere una mujer de 36 años durante una operación de cirugía estética”. Además de lamentarlo, me entero de paso del incremento galopante de ese tipo de intervenciones en plan “estira lo arrugado, rellena lo fláccido, reduce lo celulítico...”

Freno la retahíla porque me suena de repente al himno de Pentecostés y lejos de mí complicar a esta noble publicación con una irreverencia. Agito mi disco duro bíblico por ver si encuentro alguna orientación que nos cure este alarmante síndrome de esteticitosis o bellecititis.

Aparecen inmediatamente, casi empujándose, las figuras de las matriarcas: Sara, que era “una mujer muy hermosa” (Gen 12,12), Rebeca, que era “joven y muy guapa” (Gen 24,16) y Raquel “muy esbelta y agraciada” (Gen 29,16). En comparación con semejantes monumentos, la pobre Lía “tenía los ojos lánguidos” (Gen 29,17) y, claro está, el narrador concluye: “Jacob amaba a Raquel” (Gen 29,28).

Abandono el Génesis sospechando que, si hubiera estado a su alcance, Lía se habría hecho un lifting de párpados, o se hubiera puesto lentillas verdes para competir con su hermana.

Como me he enterado también de que la incorporación masculina al quitaypon quirúrgico va en aumento, lejos ya de aquello de “el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso”, recalo en David, “rubio, hermoso de ojos y de muy bella presencia” (1Sm 16,12).


Pero mis resabios feministas me recuerdan que, cuando se dice algo parecido de Judit (“era bella de formas y de muy agraciada presencia” Jdt 8,7), se avisa inmediatamente: “pero nadie podía decir de ella nada malo porque era muy temerosa de Dios” (Jdt 8,8). Me abstengo de explicar el significado de la observación, porque si alguien no lo ha cogido a la primera, la experiencia me dice que es inútil tratar de que lo entienda.

Paso al libro de Ester, y me regocijo con el desplante de la reina Vasti al rey Asuero, su marido, que durante un banquete espectacular y “al séptimo día, cuando ya estaba alegre por el vino, ordenó que le trajeran a la reina Vasti con su corona real (y posiblemente con nada más), para que los generales y el pueblo admirasen su belleza, porque era muy hermosa. Pero cuando los eunucos le transmitieron la orden del rey, la reina Vasti no quiso ir.” (Est 1,10-11). La historia, se veía venir, acaba en repudio y ruego a los lectores/as que no se pierdan los motivos aducidos.

Aparece en escena Ester, en medio de una orgía cosmética en el harén de Asuero “el tratamiento de belleza de las muchachas duraba doce meses: seis a base de aceite de mirra y seis con otros bálsamos y otras cremas femeninas”(Est 2,12). Menos mal que luego se porta bien y salva a los judíos amenazados.

Después de este desfile de misses del AT, dejo para otra ocasión las geniales sentencias sapienciales en torno a la belleza femenina y me acerco a Isaías: tremendo su juicio sobre las mujeres de Jerusalén, se ve que le molestaba tanto que caminaran “con el cuello estirado, guiñando los ojos, caminando con paso menudo y haciendo sonar las ajorcas de sus pies”, que les predice un final propio de esas clínicas clandestinas dedicadas a desgraciar al personal: “en vez de perfume, pondré, en vez de rizos, calva, en vez de belleza, cicatriz” (Is 3, 16.24).

Ya que estoy en Isaías, me encuentro con el Siervo de YHWH y ahí se me quitan las ganas de broma: la apariencia queda absolutamente relativizada en comparación con su solidaridad compasiva: “no había en él presencia ni hermosura que atrajera nuestra mirada...” (Is 53,2)

Ya está el puente tendido para llegar al Evangelio: “¿No comprendéis que lo que entra en el hombre desde fuera no puede contaminarlo? (Mc 7,18-23) Y Marcos continúa señalando lo “de dentro, el corazón del hombre” como el lugar secreto de donde mana todo lo bueno o lo malo.

“No podéis dedicaros a servir a Doña Apariencia”, parece recomendarnos, “porque no os quedará tiempo para aquello que de verdad importa. Centraos allí donde está lo mejor de vosotros mismos, allí donde se esconde vuestra verdadera belleza”.

Porque además hay demasiada gente “sin figura ni belleza”, y es precisamente hacia ellos donde hay que dirigir la mirada. Aunque quede menos tiempo para el espejo...

Dolores Aleixandre RSCJ

ALANDAR

El cristianismo visto por Frithjof Schuon





FRITHJOF SCHUON

Si partimos de la idea indiscutible de que la esencia de toda religión es la verdad de lo Absoluto con sus consecuencias humanas, tanto místicas como sociales, podemos plantear la cuestión de establecer de qué modo la religión cristiana satisface esta definición; pues su contenido central parece ser, no Dios como tal, sino Cristo; es decir no tanto la naturaleza del Ser divino sino su manifestación humana. Asimismo una voz patrística proclamó con justicia: "Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios", lo cual es la forma cristiana de decir que "Brahma es real, el mundo es apariencia".


El cristianismo, en lugar de yuxtaponer simplemente lo Absoluto y lo contingente, lo Real y lo ilusorio, propone directamente la reciprocidad entre uno y otro: ve lo Absoluto a priori con relación al hombre, y define a éste –correlativamente- de acuerdo con esa reciprocidad, no sólo metafísica sino también dinámica, voluntaria y escatológica. Es cierto que el judaísmo procede de una manera análoga, pero en un grado menor: no define a Dios en función del drama humano, es decir partiendo de la contingencia, sino que establece la relación casi absoluta entre Dios y su pueblo: Dios es "Dios de Israel", la simbiosis es inmutable; ello no impide que Dios siga siendo Dios y que el hombre siga siendo el hombre; no hay un "Dios humano" ni un "hombre divino".


Sea como sea, la reciprocidad que plantea el cristianismo es metafísicamente transparente, y lo es necesariamente, so pena de convertirse en un error; sin duda, desde el momento que comprobamos la existencia de la contingencia o de la relatividad, debemos saber que lo Absoluto se encuentra incluido en ella de un modo o de otro, es decir que, en principio, la contingencia debe encontrarse prefigurada dentro de lo Absoluto, y que, luego, éste debe reflejarse en la contingencia; tal es el esquema ontológico de los misterios de la Encarnación y de la Redención. El resto es cuestión de modalidad: el cristianismo propone por un lado la oposición abrupta entre la "carne" y el "espíritu", y por otro lado –y éste es su lado esotérico- su opción por la "interioridad" contra la exterioridad de las prescripciones legales y contra la "letra que mata". Además, actúa con ese sacramento central y profundamente característico que es la Eucaristía: Dios no se limita a promulgar una Ley, Él desciende a la tierra y se convierte en Pan de vida y Bebida de inmortalidad.

Con relación al judaísmo, el cristianismo comporta un aspecto de esoterismo por tres elementos: la interioridad, la caridad casi incondicional y los sacramentos. El primer elemento consiste en desdeñar más o menos las prácticas exteriores y en acentuar la actitud interior, se trata de adorar a Dios "en espíritu y en verdad"; el segundo elemento corresponde a la ahimsa hindú, la "no-violencia", que puede llevarnos hasta a renunciar a nuestro derecho, y por lo tanto a salir deliberadamente del engranaje de los intereses humanos y de la justicia social; consiste en ofrecer la mejilla izquierda a aquel que nos ha abofeteado la derecha, y en dar siempre más de lo debido. El Islam marca un retorno al "realismo" mosaico, integrando a Jesús en su perspectiva a título de profeta de la "pobreza" sufí; sea como sea, con el fin de poder asumir la función de una religión mundial, el cristianismo mismo ha debido atenuar su rigor original y presentarse como un legalismo socialmente realista, al menos en cierto grado.

LA CIVILIZACIÓN EMPÁTICA, por Jeremy Rifkin.








Necesitamos una conciencia planetaria para resucitar la economía y revitalizar la biosfera. ¿Imposible? No, en absoluto. La ciencia demuestra que el ser humano progresa reduciendo su egoísmo y ampliando su empatía


Dos espectaculares colapsos, separados por sólo 18 meses, han marcado el fin de la era contemporánea. En julio de 2008, el precio del petróleo en los mercados mundiales alcanzó la cifra récord de 147 dólares por barril, la inflación se disparó, y con ella todos los precios, desde los alimentos a la gasolina, y el motor de la economía mundial se atascó. Lo que precipitó la crisis fue la creciente demanda de combustibles fósiles de China, India y otras economías emergentes. La capacidad de compra se desplomó y la economía mundial se derrumbó. Ese fue el terremoto que hizo trizas esa época industrial. El colapso de los mercados financieros dos meses después no fue más que una réplica.

En diciembre de 2009, mandatarios de 192 países se reunieron en Copenhague para abordar el problema que supone la factura de entropía acumulada de una revolución industrial basada en los combustibles fósiles: el gasto en CO2 que está recalentando y desequilibrando el planeta hasta llevarlo a un catastrófico cambio climático. Después de años de preparación, las negociaciones fracasaron y los líderes del mundo fueron incapaces de un acuerdo.




La crisis radica en la concepción de la naturaleza humana que rige el comportamiento de los líderes mundiales y cuyos presupuestos surgieron hace más de 200 años, durante la Ilustración, en los albores de la economía de mercado y de la era del nacionalismo. A los pensadores ilustrados -John Locke, Adam Smith, Condorcet, etcétera- les ofendía la concepción cristiano-medieval del mundo que, viendo en el hombre a un ser indigno y depravado, aspiraba a la salvación ultraterrena a través de la gracia de Dios. Preferían sumarse a la idea de que la esencia humana es racional, distante, autónoma, ambiciosa y utilitarista, propugnando que la salvación individual está aquí en la Tierra, en un ilimitado progreso material.

La concepción ilustrada de la naturaleza humana se reflejó en el recién acuñado Estado-nación, cuyo objetivo era proteger la propiedad privada, estimular el mercado y servir de intermediario a los intereses de la ciudadanía en el ámbito internacional. Se consideraba que los Estados-nación eran agentes autónomos envueltos en una incesante batalla con otras naciones por la obtención de ganancias materiales.

Si la naturaleza humana es como indicaban los filósofos ilustrados, probablemente estemos condenados. Imposible concebir cómo podríamos crear una economía mundial sostenible y devolverle la salud a la biosfera si todos nosotros, en nuestra esencia biológica, somos agentes autónomos, egoístas y materialistas.

Sin embargo, los últimos descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro y el desarrollo infantil nos obligan a repensar esos arraigados dogmas. Los biólogos y los neurocientíficos cognitivos están descubriendo neuronas espejo, llamadas de la empatía, que permiten a los seres humanos sentir y experimentar situaciones ajenas como si fueran propias. Parece que somos los animales más sociales y que buscamos interactuar íntima y amigablemente con nuestros congéneres.

Por su parte, los científicos sociales están comenzando a reexaminar la historia con una lente empática, descubriendo así corrientes históricas ocultas que sugieren que la evolución humana no sólo se calibra en función del control de la naturaleza, sino del incremento y la ampliación de la empatía hacia seres muy diversos y en ámbitos temporales y espaciales cada vez mayores. Las pruebas científicas de que somos una especie básicamente empática tienen consecuencias sociales profundas y de gran alcance, y podrían determinar nuestra suerte como especie.

Para resucitar la economía mundial y revitalizar la biosfera, lo que ahora necesitamos es, nada más y nada menos, que dar, en menos de una generación, el salto hacia una conciencia empática mundial. La cuestión es la siguiente: ¿cuál es el mecanismo que permite la maduración de la sensibilidad empática y la expansión histórica de esa conciencia?

Los momentos cruciales que dan un vuelco a la conciencia humana tienen lugar cuando nuevos sistemas energéticos se conjugan con revoluciones en las comunicaciones, creando nuevas eras económicas. Los nuevos medios de comunicación se tornan mecanismos que rigen y controlan la estructuración, organización y gestión de las civilizaciones más complejas que los nuevos sistemas energéticos posibilitan. La primera revolución industrial del siglo XIX, gestionada gracias a la comunicación impresa, dio paso a la conciencia ideológica. La comunicación electrónica se convirtió en el mecanismo rector y de control de la segunda revolución industrial del siglo XX, que marcó el inicio de la conciencia psicológica.

Las revoluciones en las comunicaciones, al hacerse más complejas, van poniendo en contacto a cada vez más gente dentro de redes sociales más amplias y variadas. La comunicación oral tiene un limitado alcance temporal y espacial, mientras que las comunicaciones manuscrita, impresa y electrónica amplían el margen y la profundidad de las interacciones sociales.

Al desarrollar el sistema nervioso central de cada individuo y del conjunto de la sociedad, las revoluciones en las comunicaciones no dejan de proporcionar escenarios cada vez más incluyentes para la maduración de la empatía y la expansión de la conciencia. Durante la primera revolución industrial, caracterizada por la imprenta y la conciencia ideológica, la sensibilidad empática se extendió hasta alcanzar las fronteras nacionales, de manera que los estadounidenses se identificaban con los estadounidenses, los españoles con los españoles, los japoneses con los japoneses, etcétera. Durante la segunda revolución industrial, caracterizada por las comunicaciones electrónicas y la conciencia psicológica, los individuos empezaron a identificarse con otros de ideas afines.

Hoy en día nos encontramos en la cima de otra convergencia histórica, en una tercera revolución industrial de la energía y la comunicación, que podría extender la sensibilidad empática a la propia biosfera y a toda la vida terrena. La repartida revolución de Internet se está conjugando con la diseminación de las energías renovables, haciendo posible una economía sostenible que se gestiona localmente con vínculos en todo el mundo. Durante el siglo XXI, cientos de millones de personas transformarán sus edificios en centrales productoras de energía que producirán in situ fuentes renovables, almacenándolas en forma de hidrógeno y electricidad compartida, e intercambiándolas a través de retículas locales, regionales, nacionales y continentales de funcionamiento similar al de Internet. En el ámbito energético, al igual que en el de la información, la difusión de fuentes de código abierto dará lugar a espacios de colaboración energética, no diferentes a los de índole social que en la actualidad existen en Internet.

Si conseguimos aprovechar nuestra sensibilidad empática para instaurar una nueva ética mundial habremos superado los distantes, egoístas y utilitaristas presupuestos filosóficos que acompañaban a los mercados nacionales y el orden político de los Estados-nación, situándonos en una nueva era de conciencia biosférica. Así, dejaremos el antiguo mundo de la geopolítica para entrar en la nueva era de la política de la biosfera. Esta nueva perspectiva va más allá de la tradicional divisoria entre conservadores y progresistas que caracteriza la geopolítica actual de la economía de mercado y el Estado-nación. La nueva divisoria es generacional y enfrenta el jerárquico modelo de organización familiar, educativa, comercial y política con otro más cooperativo y cosmopolita que, en su funcionamiento y sus espacios sociales, favorece los ámbitos comunes del código abierto. Para la generación de Internet, la calidad de vida se torna tan importante como la oportunidad individual.

Está surgiendo la civilización empática. Las generaciones más jóvenes están llevando su capacidad de empatía más allá de los credos religiosos y la identificación nacional, incorporando así a toda la humanidad y al ingente proyecto vital que envuelve la Tierra. Pero nuestra prisa por alcanzar la conectividad universal empática tropieza con un gigante entrópico en constante aceleración: el cambio climático. ¿Podremos alcanzar la conciencia biosférica y la empatía mundial a tiempo de evitar el derrumbe planetario?

Jeremy Rifkin, economista y escritor, es asesor de la UE y de diversos presidentes -incluido el español- en cambio climático, seguridad energética y desarrollo sostenible. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Opiniones a favor y en contra de la energía nuclear





A favor de la energía nuclear

La utilización de la energía nuclear no deja indiferente a nadie. Las opiniones se contraponen y quienes se manifiestan a favor se basan en los siguientes argumentos:

- La mayoría de los países industrializados ven en la construcción de centrales nucleares una forma económica de producir electricidad que garantice las necesidades energéticas básicas.

- Única alternativa ante la carestía del crudo, pues con poco uranio se produce mucha cantidad de energía y su precio es estable.

- Poca contaminación del aire en comparación con el dióxido de carbono que generan los combustibles fósiles como el carbón para producir la misma cantidad de energía.

- No se produce derrame de petróleo.

- Los residuos nucleares son de poco volumen y no necesitan espacios tan grandes para su almacenaje como otro tipo de desperdicios.

- Es la única fuente que puede suministrar energía en cantidades importantes. - Los países productores de uranio, combustible empleado, son políticamente estables a diferencia de los que extraen petróleo.

En contra de la energía nuclear

La energía nuclear ha provocado, y sigue haciéndolo, numerosos problemas.

- Su empleo supone un riesgo por la radiación artificial que produce, presente en todo su ciclo de producción (extracción, transporte…), pues no se puede olvidar que estas emisiones son un peligro para el hombre y que tiene como consecuencia la mutación en los seres vivos si sobrepasa los niveles que en la actualidad se consideran aceptables.

- Contaminante: la extracción y transporte del uranio para generar electricidad en las centrales nucleares, así como las obras necesarias para la construcción y posterior desmantelamiento de las mismas, emiten CO2 a la atmósfera. El transporte de los materiales y residuos se realiza por mar, tierra y aire, empleando como combustible el petróleo, combustible contaminante.

- Por otro lado existe riesgo de accidente nuclear, que puede producir consecuencias irreparables para los humanos y la naturaleza como en el caso de Chernóbil, y eso pese a que las centrales cuentan normalmente con tres elementos de protección radiológico (varilla de combustible, reactor y estructura de hormigón).

- Los residuos, aunque ocupan poco espacio, son altamente radiactivos y tardan cientos o miles de años (dependiendo del tipo de actividad) en perder su radiactividad, además de suponer un almacenamiento costoso.

- Riesgo de contaminación radiactiva no sólo por accidente sino también por sabotaje.

- Riesgo de que algunos países realicen un mal uso de la energía nuclear y la empleen para fabricar armas nucleares.

- La energía nuclear no es una solución definitiva, sólo temporal, por eso es imprescindible apostar por otras alternativas.

- El uranio, pese a no fluctuar tanto como el petróleo, es un recurso agotable, no renovable, por ello es recomendable buscar alternativas provenientes de recursos naturales como el sol.

- Pueden ser un objetivo estratégico ante guerras y atentados terroristas, con los riesgos que ello conlleva.

- Costosa; algunos indican que es una energía económica, pero en sus cálculos de gastos no incluyen el desmontaje de las centrales ni la gestión de los residuos.

- Los fenómenos naturales (terremotos…) pueden provocar accidentes en las centrales nucleares.

- El precio del uranio no está exento de fluctuaciones. El mercado está demostrando que la tendencia de este mineral es alcista.

El cristianismo: ¿Religión, Misterio, Esoterismo o Mística?







Una de las escuelas de pensamiento en torno a la espiritualidad que se han dado a conocer en el siglo XX es el llamado pensamiento tradicional o perennialismo. Su gran sistematizador ha sido el francés René Guenon, uno de los pensadores espirituales más profundos y también uno de los más polémicos del pasado siglo.

Guenon afirma la existencia de una Tradición Espiritual común a toda la humanidad, la Tradición Primordial, de la que el resto de tradiciones religiosas o espirituales son meras adaptaciones a tiempos y lugares diversos. Tradición, por lo tanto, perenne (de ahí denominación de perennialismo) que acompaña a la humanidad bajo el velo de las diversas tradiciones.

Según Guenon, estas tradiciones pueden ser una expresión directa de esta tradición primordial, es lo que considera tradiciones esotéricas (internas), iniciáticas o metafísicas, que intentan sacar al hombre de su visión exclusivamente dualista o individualista de la realidad llevándole a una experiencia de fusión con el principio transcendente, o bien, pueden presentarse adaptadas al modo humano de ver las cosas (dualista), siendo entonces tradiciones exotéricas o externas, que tienen una menor profundidad en su experiencia espiritual ya que no logran una experiencia del misterio transcendente más que desde la fe en unas creencias. Para Guenon la experiencia espiritual plena es la experiencia iniciática o esotérica, considerando que todo exoterismo o religión debe ir acompañado de un esoterismo para poder ser considerado una doctrina espiritual plena.

Guenon da a conocer ese punto de vista iniciático presente en muchas tradiciones y también rastrea su presencia en Occidente. Para Guenon en Occidente sólo existiría una doctrina iniciática en la actualidad, “el hermetismo” representado por las diversas corrientes masónicas, que, sin embargo, en gran medida habrían olvidado el sentido de sus símbolos. Considera Guenon que hoy el cristianismo es un mero exoterismo o religión y, por lo tanto, no ofrece una vía espiritual plena, ya que carece de esoterismo propio, es un camino basado simplemente en unas creencias sin superar la dimensión personal o individual (dualista) .

Esta afirmación ha generado un vivo debate entre los propios seguidores de Guenon y, a la vez, interpela a cualquier cristiano interesado en una búsqueda espiritual auténtica. ¿El buscador espiritual serio ha de abandonar el cristianismo si quiere vivir la experiencia espiritual en plenitud?. De hecho, Guenon se hizo musulmán, participando de lo que consideraba la dimensión esotérica del islam, el sufismo. Y son muchos los buscadores occidentales que han dejado el cristianismo para encontrarse con las tradiciones orientales, que les parecen más profundas.

Aquí me gustaría hacer mi pequeña aportación al debate, careciendo de la suficiente cualificación para pretender corregir a los pensadores que han tratado este tema, simplemente a modo de reflexión personal, sin más autoridad que la que vosotros me queráis atribuir.

Exoterismo o religión

Para exponer mi punto de vista, diferenciaré entre esoterismo, exoterismo y mística, intentando señalar las diferentes experiencias, perspectivas, métodos de trabajo espiritual y verdades que cada una de estas vías tiene, considerando que pueden darse las tres en una tradición espiritual, puesto que representan puntos de vista diferentes pero complementarios.

El exoterismo o punto de vista religioso, se basa en una perspectiva de la realidad dualista, la experiencia espiritual, por lo tanto, que subyace en él es una experiencia que diferencia siempre entre el principio transcendente y la criatura; para esta perspectiva es posible la relación entre ambos y la comunicación, pero nunca la fusión de uno y de otro. La Revelación es el dato fundamental, Dios ha revelado unas verdades (dogmas), una moral y se hace presente en unos ritos, así como en la oración personal que son la referencia necesaria para entrar en comunicación con él. Creer en esas verdades, conducirme según esa moral, celebrar esos ritos y practicar la oración son el camino, o la práctica espiritual fundamental. Se teme mucho el subjetivismo de la criatura, su camino para no errar es creer lo revelado y hacer lo prescrito dado que Dios es siempre un misterio que se me escapa y mi experiencia de él siempre es menos de lo que él es.

La experiencia religiosa es una experiencia siempre desde la separación con el misterio transcendente pero de comunicación con él a través de un camino comunitario probado como válido, al que me entrego desde la fe.

Desde este punto de vista, el exoterismo tiene una verdad que defender, evitar manipular subjetivamente a Dios para reducirlo a mi modo de ver las cosas, es decir, convertirlo en un ídolo y no en el verdadero Dios vivo más allá de mi subjetividad.

Es evidente que esta dimensión está muy presente en el cristianismo y para muchos es la única dimensión posible y válida del mismo. Es cierto lo que dice Guenon de que prácticamente para la mayoría de cristianos la única espiritualidad cristiana es ésta, una espiritualidad exotérica.

Esoterismo o Gnosis

El esoterismo representa otro punto de vista y se apoya en otra experiencia diferente. Su punto de vista intenta superar la dualidad, cree que la realidad va más allá de la visión meramente racional o conceptual, siempre dualista, y que es posible fusionarse en ese nivel supradualista y supramental con la Realidad transcendente. La verdadera experiencia espiritual es precisamente ésta de unificación y superación de la división Creador-criatura. La religión debe llevar a esta experiencia o es una mera creencia ideológica que no nos transforma en profundidad.

El esoterismo intenta ir más allá de la revelación, de toda revelación, a la experiencia que fundamenta esa revelación, considerando que hay un núcleo de experiencia que es el mismo en todas las revelaciones. Por eso, se dice en algunas vías con este punto de vista que “hay que matar a Buda” o “quemar las Escrituras”, no desde una perspectiva impía, sino intentando ir más allá de los conceptos a la experiencia.

El método de trabajo espiritual de estos grupos suele ser el simbolismo, trabajar con los símbolos va abriendo la mente a los niveles suprarracionales, poco a poco este trabajo se va simplificando hasta una experiencia más allá de todo concepto, de gran simplicidad, de unificación más allá de todo simbolismo o concepto, es la Iluminación o gnosis.

La vía esotérica, precisamente por trabajar con esas dimensiones supramentales, no es apta para todos, debe realizarse en grupos discretos y en ámbitos protegidos adecuados que eviten peligros diversos como caer en mentalidades irracionalionales o el “volarse” fuera de la realidad.

Un discípulo de Guenon, también gran pensador y hombre espiritual, Fritjof Schuon se separará de Guenon al considerar que el cristianismo es en realidad un esoterismo; por todas partes descubre esa visión esotérica que une a Dios y la criatura (Yo y el Padre somos uno dice Jesús) y considera que, si bien el cristianismo se ha exteriorizado y vulgarizado, en realidad su núcleo es básicamente esotérico. Para Schuon el cristianismo sería un esoterismo extendido que transmite la iniciación esotérica de forma virtual a todos.

Por supuesto, Schuon sigue considerando el esoterismo una experiencia común, núcleo de todas las religiones y más allá de ellas, aunque el cristianismo presentaría la peculiaridad de hacer accesible a todos este núcleo que, en la práctica, sólo unos pocos pueden actualizar.

Con este punto de vista, muchos de los discípulos de Schuon se mantendrán dentro del cristianismo, a diferencia de los guenonianos que tenderán a abrazar el islam.

Será uno de los seguidores de Schuon el que se separará de la visión genoniana y shuoniana, considerando que la visión del esoterismo de estos autores no era compatible con la fe cristiana. Se trata de Jean Borella, autor de un libro “esoterismo guenoniano y misterio cristiano”, en el que expone su idea de que el esoterismo guenoniano se considera por encima de la revelación cristiana y, por lo tanto, no es compatible con la fe cristiana que siempre tiene por centro la revelación cristiana.

No admite la existencia de ese esoterismo guenoniano en el cristianismo (esoterismo formal), aunque cree que podría hablarse de una dimensión esotérica (esoterismo real) dentro del cristianismo, que se trataría de un hermenéutica espiritual de la Revelación, pero siempre sometido a ella. A eso es a lo que llama el Misterio Cristiano, para separarlo del esoterismo de Guenon o de Schuon. Los que quieren avanzar en el conocimiento del misterio cristiano deben por tanto, profundizar en la Escritura y la Tradición, descubriendo sus dimensiones más espirituales, pero nunca pretendiendo ir más allá de ellas.

Será otro schuoniano, Jean Marc Vivenza, quien aclare cómo el esoterismo busca siempre ir más allá de la Revelación a la experiencia que la sustenta, sin romper con las Escrituras, va más allá de ellas y las confirma con su experiencia. Por lo tanto, El Misterio de Borella no sería propiamente un esoterismo, sigue dentro de la visión religiosa y dualista, si bien es una llamada loable a profundizar en ella al máximo, sin llegar a sobrepasar lo mental y dualista.

Por otra via, por tanto, Borella sigue considerando al cristianismo un exoterismo como hacía Guenon, si bien, Borella niega el valor del esoterismo y lo considera un gnosticismo anticristiano, mientras que para Guenon el esoterismo era el objetivo final de toda tradición espiritual completa.

La Mística o el Monacato.

No considero que ninguna de estas posturas agote el debate en torno a los niveles de profundidad de una tradición espiritual, ni explique la naturaleza del cristianismo.

Creo que hay que hablar de otro nivel espiritual, la mística, que integraría y transcendería los niveles anteriores. Por mística no me refiero al misticismo, una experiencia que no supera el ámbito del dualismo religioso, basada fundamentalmente en la afectividad y el subjetivismo religioso.

La experiencia que sustenta la mística a la que me refiero es la experiencia trinitaria o no dualista, aquella que Panikkar considera el núcleo de toda religión o tradición espiritual auténtica. Esta experiencia es una experiencia de comunión en la pluralidad o de unión total con el principio transcendente sin perder a la vez la propia identidad, sería el último momento del recorrido espiritual, cuando tras la Iluminación (fusión con la transcendencia) volvemos a la realidad concreta, histórica con los ojos transformados por lo vivido y siendo transformadores de esa realidad.

La Mística, por lo tanto, integra la experiencia dualista y monista del exoterismo y del esoterismo, yendo a su vez más allá de ellos. La Mística no considera la Iluminación como la meta final, sino la transformación de la realidad secular vista ahora como sagrada, la transformación de esa realidad será el lugar por excelencia donde se vivirá la experiencia espiritual, en especial, la liberación y compasión con los aspectos más “pobres” o “feos” de esa realidad supuestamente profana para el ego y sagrada para el místico.

La mística va más allá de la revelación, sabiendo que hay un núcleo común de experiencia pero también reconoce algo único en cada Tradición, vive su identidad como camino hacia la universalidad y lo universal en lo concreto. Por eso confirma la revelación a la que pertenece y el valor único que ésta posee. Unidad y pluralidad, identidad y universalidad no se contradicen, son dos caras de una misma realidad. La meta no sería el Nirvana (Unificación suprahistorica ), sino descubrir que samsara es Nirvana y Nirvana Samsara, lo histórico y lo transcendente son dos caras de una misma realidad, están totalmente unidos sin ser lo mismo.

La Mística supera e integra el dualismo religioso y el monismo esotérico, descubriendo a su vez el valor de ambas vías. Unidad y pluralidad no pueden reducirse la una a la otra ni separarse.

Desde este punto de vista, el cristianismo es ante todo una mística, como toda tradición completa (Panikkar nos dice que esta visión trinitaria de la mística está en el fondo de toda Tradición), así el teólogo Metz lo llama una mística política, en el sentido de que toda mística auténtica se compromete con el mundo, en especial, con los más pobres y necesitados. Esto es lo que en Císter esta bajo la idea de la Pobreza fecunda, la experiencia siempre nos lleva a lo más pobre, lo más feo, lo más sencillo como lo más valioso, donde más se transparenta el misterio cuando lo acogemos y ayudamos a esas realidades a acogerse y trasnformarse.

El Místico no se separa de la religión, pero intenta vivir la experiencia que se esconde en sus dogmas y ritos, yendo más allá de los conceptos e imágenes de los mismos. El místico también tiene por objeto la fusión con la divinidad, pero no es la meta final. Por eso, desde una perspectiva mística es posible admitir la existencia de un esoterismo cristiano, como instituciones como la masonería o el martinismo atestiguan, pero no considera al esoterismo el núcleo central de la religión. Ese núcleo es la Mística, que por su naturaleza es a la vez común en todas las tradiciones y, a la vez, diferente ya que cada una expresa determinadas verdades o experiencias de un modo único y propio.

El trabajo propio de la vía mística comienza en lo que aparece como el final del esoterismo, comienza en las prácticas meditativas más allá de los conceptos y las palabras, pero termina llevando a la Vida comprometida y cotidiana como camino y praxis fundamental. La Contemplación lleva a la praxis tranformadora de la historia, de la sociedad y de la propia vida. La vida sencilla es la última praxis espiritual que a cada uno le toca realizar; vivida desde la experiencia de la transcendencia y la compasión y elcompromiso con el otro, ésta es la experiencia y la praxis final.
El místico experimentaría también la experiencia de iluminación como el seguidor de la vía esotérica, pero no se quedaría en la iluminación, iría más allá de la iluminación a la experiencia trinitaria, de comunión con Dios, el cosmos y el hombre. Es un camino abierto a todos, a diferencia del esoterismo siempre practicado en grupos discretos y cerrados que guían el proceso espiritual. Pero en la práctica, por lo simplificado de su método fundamental (oración de silencio y contemplativa, compromiso solidario) la mayoría no podrá seguir este camino. En cualquier caso, el místico también necesita un maestro-acompañante en su camino y vivir una dimensión comunitaria en su vida (aunque sea un eremita).

En definitiva, en el cristianismo, como en cualquier tradición auténtica podemos encontrar una dimensión exotérica más superficial (exoterismo guenoniano) o más profunda (Misterio Borelliano),una dimensión esotérica (esoterismo guenoniano o schuoniano), y una dimensión mística, la más profunda, el verdadero núcleo de la Tradición. La institución eclesial (exoterismo), la masonería (esoterismo) o el monacato (mística) representarían, a nivel institucional, la existencia de cada una de estas dimensiones en el cristianismo.

martes, 23 de marzo de 2010

Repensar la Semana Santa






POR JOSÉ SÁNCHEZ LUQUE

EL término "repensar" se ha puesto de moda. En época de crisis estamos obligados a repensarlo todo: la economía, las finanzas, la educación, las jubilaciones. También la religión debe ser repensada para encontrar nuevos caminos, nuevos estímulos; para corregir desviaciones que se han ido incorporando a través de siglos y que han desvirtuado y adulterado el verdadero sentido de la religión y del cristianismo. Les comento una luminosa frase de un gran pensador griego, el filósofo Epicuro de Samos, nacido el año 270 a.C. Fue, en algunos aspectos, un innovador. En su academia de filosofía, La Escuela del jardín, admitía a mujeres en contra de lo que era habitual en la escuela platónica y en el Liceo aristotélico. Al parecer el tal Epicuro no era muy creyente, pero en su carta a Meneceo, encontramos un sorprendente pensamiento: "Los dioses no son como la mayoría se los representa… El impío no el que rechaza los dioses de la multitud, sino quien les aplica sus concepciones".

Pienso que la intuición de Epicuro no ha perdido valor. Me parece que durante los veinte siglos de cristianismo, las múltiples tradiciones religiosas, algunas heredadas de las culturas y religiones paganas, se han adulterado con nuestras particulares ideas. Las diversas tradiciones, incorporadas al cristianismo, nos han apartado, de alguna manera, de la Tradición (con mayúscula) que es Jesús de Nazaret y su mensaje. A estas tradiciones les hemos aplicado nuestras concepciones de la divinidad, nuestras apetencias, nuestra mentalidad triunfalista y mercantilista, hasta el punto de convertir la Semana Santa -la pasión y el asesinato de nuestro amado maestro y guía, Jesús- en una semana de interés turístico. ¡No se puede caer más bajo!

Por eso, repensar la Semana Santa debe significar para todos una vuelta a los orígenes, una vuelta al Jesús del Evangelio. De la mano de algunos prestigiosos teólogos, quisiera comunicarles sencillamente lo que significa la vuelta a Jesús. Y comienzo con una frase del filósofo y teólogo Ignacio Ellacuría, mártir de la liberación: "Pertenece esencialmente a la vida y a la misión de Jesús su referencia y pertenencia al mundo de los pobres. Y cuando decimos esencialmente queremos significar que, si no se da esta referencia, queda desvirtuado el mismo Jesús como salvador de la humanidad". Y me pregunto: ¿no estaremos desvirtuando con nuestras diversas tradiciones religiosas, de manera más o menos consciente, el mensaje y la vida del Nazareno?

Otro prestigioso biblista John P. Meier, autor de una preciosa obra en siete tomos con un total de 6.000 páginas, titulada Un judío marginal, escribe: "Jesús abandonó su medio de vida, se convirtió en desocupado, en un carismático itinerante, sin lugar fijo donde reclinar la cabeza… No sorprende que se encuentre con la incredulidad y el rechazo cuando regresa a su pueblo para enseñar en la sinagoga… Jesús se hizo intencionadamente marginal a los ojos de los judíos normales y corrientes de Palestina". Por eso "sufre la muerte de un excluido" (Pannenberg). "Desde el punto de vista romano Jesús sufrió la espantosa muerte de los esclavos y rebeldes A los ojos de los judíos cayó bajo la maldición de Dios que maldice al que está colgado" (Meier).

Otro lúcido teólogo, el español Julio Lois, presidente de la benemérita Asociación de teólogos y teólogas Juan XXIII, nos dirá: "Lo decisivo no está en saber que Jesús se hizo pobre con los empobrecidos, pero no para sacralizar la pobreza sino para superarla por ser contraria a la voluntad de Dios. Lo decisivo es vivir en consecuencia con este saber, siguiéndole a él, caminando tras sus huellas". John Dominic Crossan, prestigioso y renovador biblista católico norteamericano, autor, entre otros muchos libros, de Un campesino judío, pone en labios de Jesús de Nazaret estas sugestivas palabras: "He leído tu libro, amigo Domingo, lo que has escrito sobre mí, y me parece bastante bueno. Pero te pregunto: ¿Estás preparado para vivir tu vida según mi visión de las cosas? Y el teólogo le contestó: Me falta todavía valor. Jesús le responde: Gracias, Domingo, por no falsificar mi mensaje para adecuarlo a tus incapacidades. Esto ya es algo. Y Domingo preguntó: ¿No es bastante? La respuesta fue: No, Domingo, no es suficiente".

Repensar la Semana Santa debería significar, a mi modesto entender, tres cosas: 1) Convencernos del compromiso solidario de Jesús con los empobrecidos. 2) La opción por los pobres y su justa causa forma parte esencial e irrenunciable del seguimiento de Jesús, esto es, de nuestro ser cristiano y de nuestro ser cofrade. 3) La credibilidad de la fe cristiana, en una sociedad con tantas desigualdades de todo tipo, depende de que los creyentes personal y comunitariamente, vivamos con autenticidad esta opción. Todo esto nos debería llevar a repensar nuestra Semana Santa. ¡Que no se diga que después de 23 siglos sigue teniendo razón el pensador ateniense!

lunes, 22 de marzo de 2010

Pedro Casaldáliga: “La gente prescinde de la jerarquía y sigue caminando” .





Religión Digital

“Las bases, las comunidades, se van haciendo adultas y exigen la corresponsabilidad; se va superando una dependencia irritada frente a ciertas actitudes y decisiones de la jerarquía, de la curia”. Pedro Casaldáliga considera que la Teología de la Liberación “continúa viva, abrazando explícitamente causas que en un principio quedaban como relegadas, esperando tiempos mejores”. “Ha contaminado la pastoral y la misma teología”, remacha.


El que fuera obispo de Sao Félix de Araguaia, en el Mato Grosso de la Amazonia brasileña, figura destacada de la Teología de la Liberación, realiza un pequeño repaso a la actualidad eclesial en unas declaraciones al último número trimestral de la revista ‘Los Ríos’, de las Misiones Diocesanas Vascas, que dirige el periodista y sacerdote Josetxu Canibe.

Casaldáliga saluda que Latinoamérica «se está haciendo de izquierdas», defiende que «hay muchas ganas de un socialismo nuevo» y, en ese contexto, sostiene que la Iglesia «consciente y comprometida tiene mucha contribución a dar, dialogando, estimulando la esperanza, despojándose de poderes y privilegios, y optando por el pobre».


El misionero claretiano cree que la Teología de la Liberación se centra en causas que han pasado a ser normales y diarias, como el mundo indígena, el mundo negro, la migración o el medio ambiente o la mujer. Sobre la condición femenina, el religioso sostiene que, «aunque oficialmente está relegada, ha crecido mucho, incluso a nivel teológico y bíblico. Y en muchos países es la mujer quien lleva la carga diaria de la pastoral. Un 70% de la Iglesia ‘viva’ es de mujeres», cuantifica.


Involución oficial


El obispo emérito siempre ha mantenido una postura muy radical en defensa de los pobres y de los oprimidos, campesinos e indígenas del Mato Grosso, lo que le ha acarreado no pocos disgustos con la jerarquía vaticana. En la revista vasca asegura que en la Iglesia, «a pesar de la involución oficial, crece la conciencia y la práctica ecuménica y macroecuménica. Las bases, las comunidades, se van haciendo adultas y exigen la corresponsabilidad; se va superando una dependencia irritada frente a ciertas actitudes y decisiones de la jerarquía, de la curia. Se prescinde y se continúa caminando», señala el prelado catalán, ya jubilado.

Casaldáliga dice que hay que vivir simultáneamente el éxodo y el exilio. «Una espiritualidad de pobreza evangélica y de esperanza pascual. Una solidaridad cada vez más orgánica y más mundial. El diálogo interreligioso es una reivindicación urgente, pues no habrá paz en el mundo si no hay diálogo entre las religiones».

Las Tres Culturas de España, por Z'ev ben Shimon Halevi .





España es un país especialmente interesante desde el punto de vista de las tradiciones espirituales de occidente: el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo...

Bajo los musulmanes, España se volvió la luz de la civilización en una Europa que se encontraba en las tinieblas. El intercambio con el Medio Oriente se estableció y la economía se desarrolló bajo la fuerte influencia de los pobladores musulmanes y judíos. La cultura floreció. Esto se dio porque los gobernantes islámicos querían que la corte del Califato Occidental fuera brillante y mejor aún que aquella en Oriente, localizada en Bagdad. Esta política trajo la búsqueda de la excelencia en cada campo, desde la agricultura hasta la elite intelectual. El principal ejemplo de esto fue la ciudad de Córdoba que llegó a ser la capital del país. La inmensa población gozaba de servicios como baños públicos, alumbrado, una universidad y una gran biblioteca. En sus mercados se vendían artículos de todo el mundo conocido, y sus magníficas residencias, jardines y palacios eran habitados por una clase adinerada y culta. Aún los pobres estaban en mejor condición que la mayoría cristiana...

Muchos cristianos de la Europa Occidental llegaron a estudiar a España cuando se enteraron de la gran actividad intelectual que ahí se llevaba a cabo. Toledo fue en particular un importante centro de reunión de las tres creencias, donde estudiantes y místicos podían discutir libremente la "Nueva Enseñanza" como fue llamada. Fue aquí donde empezó el Renacimiento de Occidente, en la etapa temprana de la Edad Media; obras antiguas y contemporáneas fueron traducidas del árabe --usualmente por los judíos-- al latín y otras lenguas occidentales.

Además de la interacción entre España y la elite intelectual extranjera, estaba la influencia musulmana en las actitudes y costumbres europeas. Dentro de la poesía árabe la mujer ocupaba un lugar especial, tratada con gran gentileza y puesta en un pedestal. El romanticismo y la conducta cortesana realza la imagen guerrera del musulmán. Este código caballeresco llegó a ser el modelo ideal del caballero cristiano, manifestado a través de los cantares de los trovadores, quienes recorrían las cortes de Europa. El ajedrez y los buenos modales en la mesa, así como las mejoras en la comodidad y otras prácticas domésticas, llegaron a Europa a través de España. Sin embargo, la aportación más importante fue el concepto completamente nuevo de ver el mundo, pues los europeos se concientizaron de un nivel más vasto y profundo del conocimiento, así como de la percepción de la realidad.

Las universidades de Andalucía eran las mejores de la Europa Occidental, ya que ésta se encontraba todavía en el oscurantismo. Había profesores y escuelas para cada especialidad conocida, desde teología hasta mecánica. Entre estos conocimientos se encontraban la astronomía y la astrología --unidas hasta entonces-- en una sola ciencia, que fueron desarrolladas más allá de los niveles conocidos en Babilonia y Grecia, ya que los árabes y los judíos hacían mapas del cielo y trazaban sus ritmos produciendo las tablas astronómicas más exactas de la época para el rey cristiano Alfonso, quien reconquistó Toledo y la hizo su capital.

Alfonso tenía en su corte a los más versados y creativos profesionales de todas las religiones. Sin embargo, favorecía a los musulmanes y a los judíos, a tal grado que sus cortesanos cristianos, especialmente el clero, estaban preocupados por la influencia que ejercían estos consejeros no cristianos, específicamente los judíos, ya que hablaban árabe con fluidez, así como el castellano y podían captar el pensamiento musulmán y cristiano. Esta inteligencia era particularmente útil en la guerra entre cristianos y musulmanes que luchaban por tener dominio de la península. Los únicos habitantes que podían viajar libremente entre ambos campamentos eran los judíos. Esto les dio importancia como diplomáticos, espías y mercaderes operando en ambos lados, ya que todos necesitaban información. La posición relativamente neutral de los judíos fue muy útil, hasta que finalmente en el siglo XV los musulmanes fueron expulsados de España.

Mientras la reconquista cristiana se seguía extendiendo durante varios siglos, las tres comunidades espirituales produjeron un universo de personajes relevantes. Uno de ellos fue Ibn Gabirol, poeta y filósofo judío que introdujo el Neo-platonismo en España. Otro fue el místico árabe Ibn Arabi, quien desarrolló la cosmología y la ideología Sufi. Un logro ejemplar cristiano fue el filósofo Raymundo Lull, quien como los personajes anteriores efectuó una amalgama de las tres tradiciones para producir una versión propia. Los tres tuvieron una gran influencia en el desarrollo de la vida espiritual de occidente.

La competencia entre la religión y la filosofía alcanzó un punto preponderante en las tres creencias durante la Edad Media. Tomás de Aquino empleó la obra del filósofo judío español Maimónides como base para conciliar las "dos verdades", lo que fue reconocido por la iglesia latina. Sin embargo, la comunidad judía se dispersó al no tener entre ellos un papa o rabino principal como autoridad final, y además porque la joven elite intelectual estaba particularmente fascinada con la lógica griega. Declararon que la fe por sí sola no era suficiente. En algún momento del siglo XIII los místicos judíos decidieron salir de su posición aislada y trataron de alcanzar una solución a dicho problema.

El único lugar en donde se podía encontrar tal solución era España, pues los rabinos tenían antecedentes filosóficos. Los judíos franceses y alemanes eran letrados, pero no tenían conocimiento del método griego. Su acercamiento era más simbólico que metafísico. Los judíos españoles estaban familiarizados con los dos, así que fue en ellos en quienes recayó el presentar un argumento convincente que nadie pudiera refutar. La principal escuela que tomó dicha tarea estaba en Gerona, en Cataluña. Ahí se produjo un sistema místico racional que vino a conocerse con el nombre de Cábala. En cuanto su formulación fue publicada, se extendió como fuego incontrolable por toda la comunidad judía, a pesar de la molestia de aquellos que creían que los aspectos esotéricos debían mantenerse en secreto. Este movimiento creó una vasta cantidad de literatura mística. La flor de dicho impulso fue el Zohar, que influenció a muchos cristianos quienes produjeron su propia versión de la Cábala.

España fue el hogar de un período único en la historia. Fue el país anfitrión de la Época de Oro en la que el intercambio tolerante y amistoso entre las tres religiones de occidente fue posible. Por un breve tiempo, Córdoba y luego Toledo fueron capitales espirituales de Europa. Fue en España que se encontraron las más hábiles inteligencias de muchas generaciones, para dar paso al renacimiento de Europa. Fue sólo cuando los elementos fundamentalistas de las tres creencias trataron de restablecer sus religiones en formas simplistas que el proceso se frenó y fue destruido. Fue después de 1492 y de la expulsión de los judíos y más tarde la de los musulmanes --dos factores importantes en la vida de la nación-- que España empezó a declinar a pesar de la ilusión de poder y de las grandes riquezas adquiridas con el oro traído del Nuevo Mundo. La interacción cultural se perdió cuando la Inquisición obligó a los judíos y musulmanes conversos (los que permanecieron y se convirtieron) a ser buenos católicos.

Hola, Bienvenid@s.


Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


Mi camino...

el camino que sigo es el camino de la mística del amor, no un amor sentimental, sino un amor inteligente o consciente (amor iluminado decían los antiguos) y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Guiado de la mano de de la mística monástica cisterciense (la primera mística moderna del amor), el esoterismo cristiano, la mística de san juan de la cruz y el zen... y animado por ideales progresistas y solidarios os invito a caminar juntos hacia un mundo y unos hombres y mujeres nuevos.