"Tutti i miei pensier parlan d’amore (Todos mis pensamientos hablan de Amor)". Vita Nuova. Dante Alighieri.

sábado, 12 de junio de 2010

Un Vaticano sin Estado y un Concilio para reformar la Curia, por José Manuel Vidal.




Tomado de http://blogs.periodistadigital.com/religion.php/2010/06/09/title-4714



Hay que repensar el Vaticano, que debería renunciar a su identidad como Estado, y un nuevo Concilio debería meterle mano a la reforma de la Curia, para hacerla más ágil y sencilla. Lo pide, y con urgencia, el misionero comboniano italiano Alex Zanotelli.Según el prestigioso misionero italiano, "la sociedad y la Iglesia están pasando por un momento dificilísimo". En estas circunstancias, "es hora de repensar el Vaticano, dejando atrás el concepto de Estado".



Se trataría, a su juicio, de una "conversión no sólo personal, sino estructural de la Iglesia". Una conversión que "debería partir de la Curia romana", tras la celebración de un nuevo Concilio.


Porque "uno de los errores del Concilio Vaticano II fue no reformar la Curia" y es hora de ponerse manos a la obra. En estos momentos hay "cinco mil obispos", que necesitan una estructura "mucho más ágil y sencilla. Pero eso, la reforma de la Curia, sólo la puede conseguir un Concilio".


Hay ya un amplio consenso en la Iglesia acerca de la necesidad penrentoria y urgente de reformar la Curia romana. El problema es el cómo. ¿Desde arriba o desde abajo? El poder tiende a perpetuarse, no a disolverse. Por eso, al contrario de Zanotelli, muchos teólogos (Faus, Pikaza, Espeja...) sostienen que la reforma vendrá de las bases y con mucha resistencia por parte de la cúpula.



Me gustaría seguir creyendo que la reforma es posible por los dos caminos a la vez: urgida desde las bases y puesta en marcha por la cúpula. Para eso, necesitamos que el Espíritu sople como un viento huracanado. Como en la época de la primavera de Juan XXIII.



José Manuel Vidal





Palabras de San Bernardo al Papa Eugenio III:




“Como puedes comprobar, todo el celo de los eclesiásticos se agota únicamente en defender su dignidad personal. Todo se va en honores; casi nadie se empeña en la propia santidad. Si alguna vez, por requerirlo las circunstancias, intentas ser más sencillo y accesible, escucharás en seguida: Cuidado. No está bien, no es propio de nuestros tiempos, no corresponde a tu grandeza; lleva cuenta del cargo que representas. Lo último que mencionen será la voluntad de Dios.


Viven totalmente despreocupados de su salvación, como si creyésemos que las grandezas pueden salvarnos o pensáramos que es justo todo lo que satisface a la vanagloria. Lo humilde es juzgado en tu corte como una abyección; por eso encontrarás antes al sencillo que a quien desee parecerlo. El temor de Dios se considera como una simpleza, por no decir como una necedad. Llaman hipócrita al comedido y al hombre de conciencia. Al que ama la paz y se reserva un tiempo para su espíritu lo tienen por inútil.


Y tú, ¿en qué piensas? ¿aún no te has enterado de que te envuelven las redes de la muerte? Te suplico que te contengas un poco y me soportes. Más aún: discúlpame que te hable ahora respetuosamente, pero sin ligereza alguna. Me consume el deseo de tu bien. Ojalá que esta impetuosidad mía te sirva de algo.


Sé dónde vives; conviven contigo hombres incrédulos y rebeldes. Son lobos y no ovejas; pero eres su pastor. No lo niegues, no sea que sentándote en su sede, te rechace como heredero. Vives junto al sepulcro de Pedro. El jamás se presentó vestido de sedas, cargado de joyas, cubierto de oro sobre blanco corcel, escoltado por soldados y acompañado de aparatoso séquito. Pero desnudo de todo, tuvo suficiente fe para creer que podría cumplir el mandato salvador: Si me amas, apacienta mis ovejas.

Es como para pensar que tú no eres el sucesor de Pedro, sino del emperador Constantino. Te aconsejo que a lo más toleres esas costumbres, porque así lo han impuesto los tiempos pero que no las apetezcas como algo que te corresponde. Prefiero exhortarte a que cumplas las obligaciones que has contraído. Aunque te vistas de púrpura, aunque lleves oro encima, no tienes por qué rehuir el trabajo y la solicitud pastoral, heredero como eres del Pastor: no debes avergonzarte de anunciar el Evangelio. Al contrario, si evangelizas celosamente, participarás de la misma gloria de los apóstoles. Evangelizar es como apacentar. Cumple tu misión de evangelista y así llevarás a cabo tu oficio de pastor. "

Del Libro "De Consideratione", de San Bernardo, libro IV, capítulos 5 y 6.

2 comentarios:

  1. Te felicito José Antonio por traer estas palabras de San Bernardo, tan increiblemente actuales. La Verdad siempre es eterna.
    Un abrazo.

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  2. Gracias, Fernando, me alegro que sintonices con Bernardo, representa una sensibilidad eclesial reformista que no logró ser escuchada, si la propuesta cisterciense hubiese tenido más éxito, creo que la historia de la Iglesia hubiera sido diferente y creo que mejor que la que ha sido. Es curioso cómo las heridas que no se curaron en su momento siguen reclamando sanación y tengo la sospecha de que, hasta que no se subsanen, seguirán bloqueando la vida eclesial; aún estamos esperando esa iglesia más humilde y contemplativa, que a las diversas curias y burocracias laicas y eclesiásticas de la historia le ha dado tanto miedo y siempre han procurado impedir.

    abrazos.

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Este Blog quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos que queremos ayudar a transformar la sociedad para convertirla en un lugar más fraterno, más libre, más justo y, a la vez, somos conscientes de que todo cambio social sólo es posible si hay un cambio personal e interno y no se olvida lo que nos enseña la Tradición Espiritual de la Humanidad, intentándo actualizarla creativamente en cada época.


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